Funcionamiento Borderline en la Adolescencia: Una Visión desde la Terapia Breve Estratégica
Sí, prefiero referirme más a Funcionamiento Borderline, como sugiere Cancrini en su libro Océano Borderline, que a Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), sobre todo y especialmente cuando hablamos de adolescentes (¡hasta el DSM, el “vademécum” de los trastornos mentales, sugiere evitar en menores la etiqueta de trastorno límite de la personalidad!). Quizá sea un autoengaño, pero esta perspectiva me permite trabajar de manera más flexible con aquellos que atraviesan este tipo de dificultades.
Vista como TLP, un trastorno rígido, cristalizado y estructurado, esta disfuncionalidad se transforma en una sentencia, una condena a perpetuidad. Vista como funcionamiento borderline, una regresión redundante a patrones emocionales y de comportamiento extremos e inestables, es reversible. Y, en el caso de los adolescentes, es todavía más evidente que esto es posible. Porque en la adolescencia, todo está en proceso de transformación.
La Adolescencia: Un Período de Cambios Acelerados
En la adolescencia, la revolución hormonal, la transformación de las redes neuronales a velocidades vertiginosas al tiempo que la corteza prefrontal, responsable de la toma de decisiones y el autocontrol, todavía está en proceso de desarrollo, explican muchas de sus reacciones, oscilantes, impulsivas e impredecibles, así como su correlato emocional.
En este caldo de cultivo, las emociones se tornan volátiles: las decisiones se toman sin pensar en las consecuencias, los riesgos se buscan sin miedo, las normas se desafían con una necesidad de autonomía y los grupos de amigos se convierten en lo más importante. La rebeldía se mezcla con la desesperación por la exclusión, y los adolescentes se sienten, a menudo, perdidos en un mar de emociones contradictorias.
Este período de cambios acelerados, donde a veces todo parece ponerse del revés, supone para muchos padres una etapa confusa y llena de tensión. Pero también lo es para el propio adolescente que está forjando su propia identidad – quién soy, cómo me ven-, motivo por el que es habitual que se presenten crisis vitales o dificultades para, parafraseando a Viktor Frankl, encontrar el sentido de su vida.
Oscilaciones Emocionales y Conductuales en la Adolescencia
La construcción del sentido de identidad estable e integrado no depende exclusivamente de los cambios fisiológicos que se están produciendo en el cerebro del adolescente, sino que hay una gran influencia del factor interaccional, de cómo percibe y gestiona la realidad en relación consigo mismo, con los demás y con el mundo, o al menos así lo entendemos quienes trabajamos desde el modelo de la Terapia Breve Estratégica de Palo Alto. Para el enfoque estratégico, el cómo percibimos la realidad influye en cómo reaccionamos ante la misma y, a su vez, el cómo reaccionamos influye sobre el cómo percibimos, retroalimentándose mutuamente.
El adolescente puede experimentar -y nosotros observar- una oscilación fluctuante anímica, emocional y conductual cuando la realidad que está explorando, buscando “definir quién soy y coger et timón de mi vida”, como me dijo en su día una adolescente, es percibida como abrumadora.
Tan pronto abatidos, desesperanzados como eufóricos, embriagados; de arrebatos de ira a sumidos en el dolor; de la vergüenza al exhibicionismo; de víctima a hostigador o verdugo; de sobreestimarse a subestimarse; de comerse el mundo a sentirse amenazado por un mundo hostil; de la venganza al sentimiento de culpa por sus acciones; de una actitud de seguridad en sí mismo y superioridad a una autoimagen de inutilidad e incapacidad; de necesitar a sus amigos rayando la dependencia a ejercer sobre ellos un control opresor y casi coercitivo; de idealizar a los demás a infravalorarlos; de litigante y opositor a amable y colaborador; de distante y frío a cercano y sensible; de desbordados por la ansiedad a la apatía; de bloqueados por el terror a las conductas transgresoras de riesgo para sí mismos e incluso para los demás; de buscar el afecto intensa y desesperadamente a aislarse en la soledad; de una hiperactividad a no dar un palo al agua…
Por supuesto, es normal que en esta etapa los adolescentes muestren estas fluctuaciones y en cierta medida es previsible que en algún momento preocupen estas reacciones tan ambivalentes, pero forman parte del crecimiento del adolescente, de ese proceso de estructurar un sentido de identidad estable e integrado que le permita mantener el equilibrio y avanzar a través de la cuerda floja que es, para el adolescente (y seguramente para el adulto), la vida.
¿Cuándo Debemos Preocuparnos?
Entonces, ¿cuándo sí debemos preocuparnos y ocuparnos? Freud ya advertía del difuso límite entre salud y enfermedad, señalando que la diferencia entre ambas no es cualitativa sino cuantitativa.
Cuando estas oscilaciones conductuales y emocionales del adolescente son desmedidas, intensas, redundantes, persistentes, mantenidas en el tiempo, cuando parecieran ser “estables en la inestabilidad e inestables en la estabilidad” como reza el adagio de Piero Petrini, afectando a su bienestar e interfiriendo significativamente en su capacidad evolutiva, funcional y adaptativa: “Houston, tenemos un problema”.
La Terapia Breve Estratégica, en este sentido, ofrece un enfoque que no busca diagnosticar, sino ayudar a transformar este funcionamiento borderline tan disfuncional en un funcionamiento más equilibrado. No se trata de etiquetar, sino de ofrecer soluciones.
En lugar de quedarnos atrapados en el diagnóstico de un trastorno, la Terapia Breve Estratégica se enfoca en el presente, en la búsqueda de soluciones prácticas para que el adolescente pueda recuperar el equilibrio, construir una identidad estable, encontrar su camino y avanzar con seguridad en la vida.
Agradecimiento a Hilda Beriain (@hilda.beriain) por cederme el uso de la ilustración para el post.