¿Qué estamos haciendo mal los psicólogos?
Después de leer, en el blog de un conocido medio de publicación, un artículo sobre qué cosas los allegados de una persona que sufre depresión no deben hacer, me ha dado por leer los comentarios de los lectores. No voy a decir que “de todo menos bonito”, porque sería faltar a la verdad, pero que en muy buen lugar no nos dejaban. Y esto, no es algo aislado. De hecho, para algunos, “cualquiera es mejor psicólogo que un psicólogo.”
No voy a ser corporativista, porque hacer una carrera no te cualifica para ser un buen profesional. También es necesaria la experticia, “que es un grado”, la formación continua y el aprendizaje de los aciertos y de los errores. Pero sí que esa percepción común “del mundo” me ha llevado a preguntarme: ¿Qué estamos haciendo mal los psicólogos?
Tanto lo qué hacemos, cómo lo hacemos y “la dolorosa”, está puesto en cuestión.
Empezaré por “la dolorosa”. Quizá levante ampollas lo que voy a decir, por lo que pido anticipadamente disculpas a quien pueda molestar. Nunca he entendido por qué algunos colegas anuncian “primera consulta gratis”. ¿A caso el médico generalista o especialista, el fisioterapeuta, el odontólogo, el abogado, el veterinario, etc. hasta el aprendiz del gurú de turno, no te la cobra? ¿Por qué nos parece tan normal que otros profesionales cobren la primera consulta y nosotros tengamos que regalarla? ¿No nos consideramos merecedores o es una cuestión de marketing, para atraer al cliente y “engancharlo”, como con la oferta de bonos?
El tema de los bonos aún me irrita más que la primera consulta gratuita. Siempre me recuerdan a bonos para sesiones de rayos UVA, a las ofertas 3×1 del hipermercado, a los lotes de la subasta. ¿Y cómo podemos estar seguros de que nuestro cliente/paciente necesita exactamente ese 3×1, ese lote o ese bono? ¿Y si sobra? ¿Qué hacemos con el sobrante?, ¿lo regala para que otro disfrute del remanente? Y si faltase, ¿le ofrecemos otra promoción?
¿No será más adecuado trabajar para diferenciarnos por eficacia y eficiencia, es decir, resultados perceptibles por el paciente en tiempo breve?
Cuando me piden consulta y preguntan por los honorarios, siempre tengo que “avisar” (sobre todo cuando son pacientes que ya han pasado por otros tratamientos, que son la mayoría) que yo cobro desde la primera consulta. Cobro porque sé qué hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Con en el enfoque estratégico, ya en la primera sesión, gracias al diagnóstico operativo, intervenimos en dirección al cambio, a la resolución del problema. Tengamos en cuenta que cuando un paciente nos visita por primera vez espera obtener un alivio de algún aspecto sintomático o de una inquietud que le atormenta. Todas las corrientes metodologicas deberian dotarse de herramientas para este fin..
Lo qué hacemos. Pues pareciera, por lo que lees en foros y escuchas “por ahí”, que no hacemos gran cosa. Simplemente trabajamos con la psique, (del griego ψυχή, psyché, «alma humana»), la entelequia que llamaba Aristóteles, la causa formal, eficiente y final de los seres vivos. Ese “algo” que no es materia pero que hace que la materia esté viva, cambie, se transforme, adquiera conocimiento y fije objetivos, presentes y futuros, que actúen como estímulo para la acción. Ese “algo” resultado de toda una red compleja de continuas interacciones y retroacciones (causalidad circular) entre sistemas dinámicos vivos -la persona, los demás y el mundo-, que constantemente están ajustándose y adaptándose para mantener su homeostasis funcional, su equilibrio.
Cuando ese equilibro se rompe, o es disfuncional, es nuestra labor, seas psicólogo@ escolar, social, clínico, organizacional, detectar el punto de palanca del cambio, determinar en qué parte de todo este entramado de causalidades circulares intervenir, y cómo hacerlo, para reestablecer la homeostasis “sana”. Así de simple, así de sencillo, parece ser… la idea que está siendo transmitida por la proliferación de tanto “aprendiz de brujo”.
Pues no, yo no lo veo ni tan simple ni tan sencillo. Y puedo asegurar que no lo es. Veamos una analogía de las diferentes situaciones posibles: Cuando las luces del salpicadero de mi coche me indican que le falta líquido refrigerante, agua del limpiaparabrisas e incluso aceite del motor, sé reponérselo. Lo he visto hacer, me han enseñado y he seguido las indicaciones. Sé detectar cuando la correa del ventilador no está bien, ese ruido característico, y sé que hay que sustituirla. Quizá con un tutorial hasta sabría hacerlo, y lo haría, o algún “manitas” me echaría un cable. Pero si ya falla el cigüeñal, esa pieza fundamental del motor del coche, ahí sí que directamente al profesional, al mecánico. Ni lo sé hacer, ni me la voy a jugar con tutoriales o con amateurs.
(Pensando en voz alta, creo que esta analogía del coche, ha sido provocada por uno de mis pacientes, que una vez al año me pide consulta “para la revisión de la ITV”).
Cómo lo hacemos. Preguntar y escuchar, que no oír, es importante, como también la famosa empatía, para poder comprender el punto de vista del interlocutor o interlocutores, pero no suficiente. ¡No nos podemos quedar calzando los zapatos del otro! Son sus zapatos, no nuestros zapatos.
Independientemente de la corriente metodológica con la que trabajemos, tenemos que saber observar, analizar y separar la paja del grano, para detectar por dónde intervenir, siendo tan flexibles en la interacción como persuasivos en la prescripción, si queremos que nuestras indicaciones sean seguidas y que el paciente se adhiera al tratamiento que se adecúa a su caso (nuestra forma de comunicar y relacionarnos va variando en función de la persona y/o personas involucradas, el contexto y la resistencia al cambio).
Cada caso es único e irrepetible, por eso no soy partidaria de “recetas” (aunque sé que nos las demandan). Pero todo modelo debe tener herramientas para, volviendo a la analogía, revisar y “poner a punto la máquina”.
En el enfoque estratégico, con el que trabajo, hay una herramienta clave, sea en el área de salud mental, con la terapia breve estratégica, sea en el ámbito organizacional y problem solving, sea en el counseling o asesoría o bien sea en el desarrollo del potencial, que prefiero llamar trabajo en alta performance, porque va más allá de conceptos de moda como el coaching. Este elemento clave es: Intento de Solución como llamaban los “padres” del modelo, los científicos de la Escuela de Palo Alto.
Es decir, aquellas soluciones puestas en marcha para resolver un problema o para alcanzar un objetivo y que en lugar de ayudar a alcanzar el cambio deseado, mantienen vivo el problema, obstaculizan la meta y empeoran la situación.
Dejando de poner en práctica todas esas soluciones intentadas que empeoran las cosas, la situación da un vuelco y se puede encauzar, e incluso en algunos casos hasta reestablecer la homeostasis funcional. Pero si no se llega a alcanzar el equilibrio: pare el coche, llame a la grúa y acuda al mecánico!!
Después de toda esta disertación, quizá pueda ser útil seguir dándole vueltas: ¿Qué estamos haciendo mal los psicólogo@s?